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El cine comunitario está vivo

Con la llegada de nuevos grupos de cine comunitario en toda la región hoy se hace imprescindible transmitir el saber, el sentir de lo que se construye fuera del entorno de la comunicación en masa. Esa es la verdadera resistencia: vencer la comunicación plástica

Publicado: 2018-10-26


El sábado pasado fui invitada a participar en la presentación de la revista La Otra Cosecha (colectivo Maizal) en el marco del V Encuentro Internacional de Cine Comunitario 'Chacchando sueños', que organiza DAFO y el Grupo Chasqui.

Después de leer con gran entusiasmo la primera edición de la revista volví a la pregunta que me hice al inicio cuando empezó mi trabajo en el audiovisual comunitario. ¿Por qué es importante un documento de investigación escrito y ya no solo el soporte audiovisual que recoge experiencias en este campo? La respuesta puede parecer lógica: porque se necesita difundir el trabajo que realizan las comunidades en el audiovisual, sin embargo considero que va más allá de esta afirmación. El quehacer del cine comunitario es relativamente joven inicia tímidamente en los ochenta pero con la llegada de la tecnología portátil este crece y ramifica, recién en el 2000 se difunde y se evidencia este trabajo. El Grupo Chaski es uno de los pioneros en nuestro país con sus microcines.

Con la llegada de nuevos grupos de cine comunitario en toda la región hoy se hace imprescindible transmitir el saber, el sentir de lo que se construye fuera del entorno de la comunicación en masa. Esa es la verdadera resistencia: vencer la comunicación plástica como le llamo (y con esto me refiero a la comunicación que está llena de estereotipos y estéticas aprendidas, no en su acepción metodológica en el campo del arte).

La herramienta poderosa del audiovisual funciona entonces como un puente que establece redes de comunicación y en este caso el registro escrito también nos permite acercarnos a estas vivencias. Gracias al trabajo de los autores de La Otra Cosecha podemos palpar experiencias en la región que servirán como un hilo transmisor a nuevas generaciones de comunicadores que se interesen en el trabajo en este campo.

Este primer esfuerzo del colectivo Maizal (colectivo itinerante que nace en Quito) es valiosa por diferentes motivos, pero en lo esencial porque recoge experiencias en el audiovisual comunitario desde distintos territorios y nos acerca a la necesidad que existe en comunidades de la región por comunicar desde sus propias vivencias, lo que significa mirar con otros ojos lo que los pueblos nos quieren decir. La herramienta audiovisual, y ahora este documento, se construye entonces como un soporte que rescata saberes ancestrales, defensa de los territorios, transmisión de historias propias y cómo no, transformaciones sociales y tecnológicas.

A continuación, resumo el trabajo de algunos de los miembros de la revista: 

Pakarina cuando la vida se alborota, de Carlina Derks y Julio César Gonzales, recoge las experiencias de las comunidades indígenas de Ecuador. Gracias a la lucha organizada por defender los derechos de las mujeres las parteras toman un rol dentro del sistema de salud de sus comunidades y es la organización de parteras y mujeres de Hampi Warmikuna las que solicitan un registro documental de sus saberes con el objetivo de difundir el conocimiento en la comunidad. Fue entonces que a través del audiovisual el equipo de Maizal se acerca a la mamás parteras y establece un vínculo con su entorno logrando identificar las amenazas que enfrentan las parteras en la comunidad.

Encuentro este trabajo alentador puesto que a pesar de que existe una apertura desde el Estado ecuatoriano en el campo de la salud indígena, aún persiste la superioridad del “profesional de la salud” que trae como consecuencia maltratos psicológicos y discriminación a las mujeres de las comunidades que aún mantienen sus prácticas culturales en salud sobre todo en el ejercicio de la partería.

Es indispensable y urgente registrar los secretos de la vida, como mencionan los autores, que permita tejer un puente comunitario en nuevas generaciones de la comunidad. Valoro también el trabajo que han desarrollado durante dos años en los que se han creado talleres de animación con jóvenes logrando romper esta barrera generacional en el mito del parto. A partir de este trabajo se consiguió fundar PARIR: Encuentro de arte con la comunidad, que ya tiene dos ediciones.

El registro audiovisual y el trabajo de rescate de estos saberes ancestrales han permitido transmitir en otras formas, ya no solo a través de la oralidad, el conocimiento de la labor de parto indígena. Aplaudo especialmente este trabajo porque lamentablemente en nuestro país el sistema de salud aun no reconoce a las mujeres parteras dentro del ejercicio de medicina tradicional. Esta transmisión de saberes se está perdiendo, los jóvenes sienten incluso rechazo por estas prácticas, son las mujeres ancianas las que mantienen la tradición que esperemos no se pierda y que pronto se logre un reconocimiento desde el estado a nuestras mujeres indígenas guardianas de secretos ancestrales.

parir colectivo maizal

Gerardo Berrocal se encarga de contarnos cómo se organiza el movimiento Mapuche en la comunicación. Este es un aporte y rescate de las nuevas formas de comunicar Mapuche y cómo en este momento se están llevando adelante lo que él llama una: transformación, donde se plantean en las comunidades objetivos políticos como autonomía, autodeterminación y reconocimiento del sistema social.  

El autor resalta cómo las comunidades han desarrollado experiencias en radio, periódicos, boletines, vídeo televisión y recientemente en Internet y redes sociales y cómo este trabajo se realiza de forma planificada entre las organizaciones con objetivos políticos por la defensa de lo que ellos afirman ser “parte de la tierra” y no dueños de esta (en la filosofía Mapuche no cabe el concepto de territorio) 

Me pareció importante que surja la necesidad de comunicar estas demandas por medio de las nuevas tecnologías como son las redes sociales, pero que también el documental sea registro que se acomode más a sus formas de comunicar y funcione como eje que permite el entendimiento de su realidad desde una mirada basada en el conocimiento ancestral y rescate de la memoria histórica a través de la oralidad y los códigos propios de los mapuches.

cine y comunicación mapuche

Fernando Valdivia, comunicador y cineasta documentalista, nos acerca a lo que considero un territorio mágico como es la Amazonía. El autor hace un recuento de algunos registros audiovisuales de carácter etnográfico que se iniciaron en la amazonia de nuestro país en los años los sesentas. Un primer documental titulado Amahuaca “Hijos del Ronsoco” producido por investigadores como Gertrude Dole y que por su contenido exótico animó a otros investigadores a adentrase en esta tierras. Esta primera película documental nunca fue presentada a la población Amahuaca y descansa en el Museo de Historia Natural de Nueva York.

Valdivia nos comenta que el camino del audiovisual en la amazonia estuvo marcado por la llegada de la tecnología portátil (cuando llega hasta la Amazonia un proyecto de capacitación agrícola a los pobladores que realizó vídeos de capacitación) no obstante recién en los noventa un joven bora cansado de la representación exótica de los indígenas en la amazonia decide que la mejor forma de representar su realidad era a través de ellos mismos. Esta premisa dado por Víctor Churuy es la que impulsa la escuela de Cine Amazónico que hasta hoy trabaja con las comunidades.

Sin duda el trabajo de Fernando revela una pasión por el rescata de la lucha del pueblo amazónico y su reconocimiento. Por medio del trabajo en talleres audiovisuales consiguieron acercar en las convocatorias, a la Comunidad de Alto Esperanza conformado por Amahuacas en contacto inicial que vivían en aislamiento. Cuenta que a pesar de que ellos no sabían ni leer ni escribir este taller despertó potenciales audiovisuales y “la noche que estrenaron la película se les vio practicando la escritura de su nombre”

cine amazónico

En Colombia, Ana Lucía Ramirez relata en su texto el debate liberador del cine y su reivindicación de la diversidad sexual y de género. El audiovisual le da voz a Mujeres al Borde, proyecto que evidencia la existencia de un cine que tiene como objetivo cuestionar los mandatos del sexo, género,deseo, corporalidad y cuestiona las relaciones de género al interior de los espacios de cine comunitario. Para Jessica Aguila, directora de Mi voz Lésbica, el cine comunitario funcionó como fuente liberadora:

“Me reconcilié con el silencio y aprendí a ser la dueña de mis propias palabras. Descubrir otros lenguajes , rechazar todo aquello que pretendía hacerme invisible”

Mujeres al borde

Son muchos los motivos por lo que debemos rescatar el trabajo audiovisual comunitario, desde el cambio de mirada a nuestras propias vivencias no solo en comunidades alejadas de la ciudad sino también en lo urbano hasta el desaprender las convenciones del cine en masas y adentrarnos a nuevas narrativas que parten desde los actores donde buscan nuevas formas de creación y comunicación.

Creo que la realización del cine comunitario es un trabajo arduo y que existe un problema de sostenibilidad para que estos proyectos se repliquen y se formen en el tiempo, pero considero también que documentos como esta revista atrae a nuevos receptores y pone sobre la mesa la importancia de la vida en comunidad y el cine como vehículo de aprendizaje. Larga vida al Cine Comunitario.

La revista La Otra Cosecha la pueden encontrar en el siguiente link:



Escrito por

Inés Ruiz

Decana de Turismo Sostenible y Hotelería de la Universidad Científica del Sur.


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