"Cada uno de nosotros es responsable por todo y por cada ser humano" (Simone de Beauvouir)
Algunos seres humanos saben encontrar la fórmula precisa para sobrellevar la maternidad o paternidad y, algo más pragmáticos, fluyen en su rol de padres dando por hecho que crecer significa evolucionar, de este modo olvidan cuestionar ciertos roles de género ejercidos desde la paternidad. En mi caso la maternidad se torna aún incomprensible y sigue siendo un ejercicio diario de ternura, paciencia y mucha frustración. De igual manera mi labor de madre convive con saberes ancestrales, quizás ya adheridos a mi ADN, y con roles de género asignados o tal vez aprendidos en una sociedad patriarcal que hacen que me pregunte casi a menudo cómo se educa en la igualdad de género si convivimos aún en una sociedad patriarcal, en una sociedad en donde la primera idea que se tiene del vínculo con él bebé es el de la madre.
Existe, pues, esta creencia en la que hay situaciones en las que el niño se calma solo con la madre porque el alimento viene directo de ella, durante la lactancia, y por tanto la relación de afecto madre-hijo / hija es natural. Desde mi experiencia puedo decir que el afecto por la hija o el hijo no es inmediato sino que implica la construcción de una relación con este nuevo ser. No obstante, aún se entiende que el afecto, sobre todo el de la madre, es inminente. Como toda relación de afecto aprendes a actuar y amar este proceso de conocimiento que también atraviesa tu vínculo con la pareja y con el nuevo papel de padre que asume un hombre.
De aquí parte mi observación no sin asombro sobre cómo un nuevo ser −una hija, un hijo− ayuda de algún modo a construir de un padre la figura del “hombre”. Son los infantes quienes le descubren el mundo de la paternidad a través de una responsabilidad, pero también el de una sociedad desigual que reconoce un mundo de privilegios. Es entonces cuando empieza la gran tarea de la desconstrucción de la masculinidad en una sociedad patriarcal.
Testimonios de una fragilidad asumida
Hace unos días se celebró el día del padre y quise indagar sobre ese entorno nuevo que se les presenta a los padres de hijas mujeres, quise comprender cómo es que ellos entendían el mundo de la paternidad y sobre todo cómo es que entendían la inequidad de género. Ojo que no solo los padres de hijas mujeres desarrollan estas nuevas ganas de cuestionar su posición de masculinidad, ni tampoco el hecho de ser padre te advierte de esto. Únicamente sostengo que el ser padre, a veces, te confiere cierta sensibilidad que hace que tu espacio cambie para siempre. ¿Cómo es ser padre en una sociedad machista? Pero, sobre todo, ¿cómo es que se están construyendo nuevas masculinidades en nuestra sociedad y cuáles son los nuevos retos?
Renato Cisneros acaba de publicar ‘Algún día te mostraré el desierto’, diario íntimo que se sumerge con profunda honestidad en el conflicto humano que significa ser padre. Para Renato ser padre de una hija mujer –Julieta– ha significado también tomar distancia del rol masculino y, en ese sentido, su percepción de la problemática de equidad de género se fortalece todos los días. “En mi diario confieso que mis taras machistas me llevaron a desear firmemente tener un hijo varón, así que cuando supe que la criatura sería niña mis preocupaciones y mi ansiedad se incrementaron. Hoy, casi dos años después de su nacimiento, solo puedo decir que la experiencia de criar una niña es extraordinaria, y que me compromete a seguir luchando por una sociedad igualitaria donde hombres y mujeres convivan con idénticas oportunidades, sin odios ni bandos”, señala.
Por su parte, José Carlos Picón, periodista y poeta, dice que le cuesta desaprender. ”He crecido y aprendido ‘postulados’ o conductas, creo que es una palabra que se asienta mejor a la idea, dentro de una sociedad y un entorno machistas. Es probable que al inicio no le tomara importancia. No obstante, gestos, palabras o actitudes dentro de mi círculo familiar, en el colegio, las amistades del barrio, entre otros grupos de referencia, calan fuerte, son internalizadas y asimiladas. Mi Yo actuaba cargado de elementos que hoy trato de mirar desde una perspectiva más crítica. Cuesta desaprender, pero si algo positivo han visibilizado la indignación, el uso de las redes sociales y las acciones de respuesta contra abusos y violencia de género durante los últimos años, ha sido precisamente la autointerpelación —si cabe la palabra— de nosotros mismos, hombres expuestos desde siempre a un entorno machista, para ver más claramente la necesidad de desaprender conductas y filiaciones a ideas machistas. Por otro lado, vivo mi paternidad con asombro, sorpresa y ternura. Y me parece que es un proceso paralelo al que describo anteriormente. Este amor profundo que siento por mi hija es algo que jamás había experimentado. Es la entrega absoluta no solo a la atención de necesidades de alguien vulnerable que es parte central de tu espacio emotivo, sino a la esencia misma de la ternura per se, del irracional estado de deslumbramiento. Esto implica una resignificación del amor, alejado de concepciones un tanto deformadas y asociadas, desde luego, en otro contexto, a un pseudo amor conyugal, sensual o sexual. Y sí, comento mucho mis experiencias con otros hombres, lo que a veces causa extrañeza. Pero al parecer, en la actualidad los hombres tenemos más apertura a conversar de este tipo de experiencias, además, de nuestras emociones”, detalla.
El derecho a la ternura muchas veces también es asignado únicamente al rol de madre. No obstante, ahora más padres reclaman su derecho a la sensibilidad.
“La fragilidad de mi hija es doblemente inspiradora: refuerza mi sensibilidad, pero a la vez me incita a desarrollar mi fortaleza de espíritu, que en mi vida interior siempre ha sido un músculo flácido, abandonado, sin entrenamiento. Sin duda, hoy me siento un hombre más responsable gracias a mi hija, pero esa responsabilidad, y eso es lo maravilloso, surge, brota por combustión espontánea, no como una obligación sino como un recurso vital que estaba dormido”, indica Renato.
Trabajar por la equidad de género y por la construcción de nuevas masculinidades también es una labor que corresponde a los varones. Es entonces que se deben derrumbar roles asignados que están aún cargados de prejuicios. No obstante, la deconstrucción no es inmediata, ni tampoco cómoda, sin duda. Y como señala la feminista Cecilia Winterfoz, no es labor de las mujeres educar a los hombres, pero sí es un trabajo en conjunto en donde primero el asumirse como hombres y aceptar su condición de privilegiados en una sociedad patriarcal es un primer paso que no puede esperar.
Ilustración: lamañanaonline